Indescriptible felicidad

Hace ya diez años mi ginecóloga y amiga del alma me dijo: “lo que te voy a decir no significa que en nueve meses tendrás un bebé en casa, pero…”

No puede escuchar nada más. Me senté, las piernas no me sostenían, el pecho apretado, la garganta cerrada, los ojos húmedos.

Tanto tiempo esperando ese día, esa frase, ese resultado positivo…Durante cinco años soñamos con esa llamada.

Vivimos ese período como una verdadera revolución emocional, una montaña rusa de sentimientos. Subían nuestras expectativas lentamente cuando comenzaba un nuevo procedimiento. Despacito al principio y luego más intensamente aumentaban la esperanza y la ansiedad, hasta llegar al tope. Después del resultado negativo, caíamos. Y la caída siempre es abrupta, estrepitosa. Y duele mucho!

Poco importa cuántas veces montamos la montaña rusa, debimos atravesar un angustioso duelo cada vez.

Mágicamente esa llamada convirtió el dolor, la incertidumbre, la desesperación en indescriptible felicidad. Ya no serían importantes las inyecciones, ni el espesor del endometrio, ni el conteo de espermatozoides, ni la cantidad de folículos maduros.

A partir de esa llamada nuestra existencia se centró en la nueva vida que aleteaba en mi vientre.

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